domingo, enero 04, 2009

FERDINAND KRAMER: LA VIVIENDA PARA EL MÍNIMO EXISTENCIAL (1929).

"El poder político de las clases proletarias ha crecido de tal manera que actualmente el propio capital se ha apropiado del programa socialista de la vivienda y se ve obligado a contribuir a su realización.
Ahora bien, ¿qué medios existen hoy día para solventar la necesidad de viviendas? La cuestión ha recibido una nota actual especial a través del Congreso Internacional que estos días se está celebrando en Francfort (Main) sobre la nueva construcción. En todas las soluciones hay que tener en cuenta que actualmente las necesidades de la población son mayores y distintas. Se tienen más derechos. La luz, el aire, la higiene son existencias naturales. Tanto en cuanto podemos otear la situación, destacan tres puntos de vista, a los que la construcción municipal de viviendas tendría que atender, si es que desea satisfacer las condiciones económicas, sociales y políticas de la población:
1. Estandardización del material y de la construcción.
2. Aplicación de los métodos más baratos de trabajo a la construcción de viviendas.
3. Centralización de las funciones más importantes de la casa.
Los elementos constructivos deben reducirse de tal modo que sea posible su adaptación a las necesidades concretas, según las situaciones. Estas situaciones están determinadas por el fin, la posición, la época y los cálculos técnicos existentes. Se pretende favorecer las simplificaciones tanto de la construcción-como de la elección de los materiales. Así pues, los elementos técnicos deben mantenerse tan funcionales que correspondan de la misma manera a los fines más diversos, sin que sea necesario su cambio para otros fines constructivos. Sólo entonces existe la posibilidad ineludible para una construcción económica de producir industrialmente elementos técnicos fundamentales. La primera consecuencia de la racionalización es, por tanto, la normalización y standardización de los elementos constructivos. Esta limitación a estos elementos constructivos utilizables de muchas maneras significa positivamente una desaparición de todas las partes constructivas antiguas, que implicaban una rigidez en la estructura constructiva. La configuración de la planta no debe ser lógicamente rígida y fija. En el marco de la planta moderna al futuro habitante le queda la posibilidad de disponer arbitrariamente del número y de las dimensiones de cada habitación. El arquitecto o el futuro habitante, sin tocar esencialmente la cuestión de los costes, puede adaptarse en una medida mucho mayor que antes a las necesidades individuales del usufructuario. El futuro morador está en condiciones de plantear las exigencias, que responden a sus necesidades, en la formación de la vivienda alquilada. Hoy día no hay dificultad alguna en lograr la multiplicidad de utilizaciones y sus transformaciones.
Por consiguiente, debe considerarse como algo demostrado que un modo racional de construcción debe ser pensado tanto atendiendo a una elaboración y fijación definitiva de los elementos propiamente constructivos como a una exclusión de juegos superfluos. Sólo de este modo pueden conciliarse los dos requisitos, aparentemente opuestos, de la mayor tipificación posible y de la conservación de una posibilidad amplia de disposición.
El pensamiento fundamental subyacente a la construcción moderna, que se subraya cada vez más en los intentos distintos de encontrar nuevas soluciones, puede resumirse con el lema de la racionalización. La relación fundamental, que proporciona la medida peculiar para enjuiciar un modo racional de construcción, está determinada por la vinculación entre el fin deseado y los medios empleados. Los costes pueden ser juzgados únicamente desde este fin. A la racionalidad no pertenecen solamente los gastos momentáneos. La duración de la carga, que se espera de un complejo constructivo, determina esencialmente esta relación básica. En consecuencia, para una construcción realmente racional se impondrá cada vez más el pensamiento de edificar una casa para una generación. Con ello queda abierta la posibilidad de una formación ulterior permanente y de un desarrollo natural, cuya dirección ya conocemos en la actualidad de un modo aproximativo. La reducción consciente de la duración de una casa es necesaria. Tal vez una casa, que actualmente nos es confortable, se convierte en una carga para la próxima generación.
Los conjuntos concentrados en una zona son una premisa esencial para la ejecución clara de los principios constructivos explicados y de su racionalidad.
Sólo así será realizable un servicio racional con agua caliente, luz y calefacción. La objeción de que una concentración de este tipo implica un acuartelamiento para todos los estratos de la población es ilusoria, pues sólo mediante un modo constructivo semejante se abre la iniciativa para una configuración interior individual.
Por consiguiente, no es posible el establecimiento de un tipo determinado de planta, que tenga una validez general para estas viviendas. El nivel de vida, los ingresos, la raza, el paisaje, el oficio y las costumbres permiten solamente soluciones relativas, que únicamente pueden fijarse de un modo general. Las ventajas de las casas de pisos son evidentes. Bajo ciertas circunstancias pueden perfeccionarse aun en forma de casa de apartamentos, que prevé una cocina centralizada.
La forma más radical del vivir es el punto decisivo, que debería influir en la solución de la falta de viviendas, aun cuando es necesario una gran labor educativa para desterrar las inhibiciones tradicionales. La centralización del servicio, del avituallamiento, del lavar, de la educación de los niños ofrecen solamente ventajas frente al mantenimiento antieconómico de cada casa singular. Nuestra cocina actual, únicamente un apéndice, no puede trabajar con tantas miras y de un modo ahorrativo como la cocina comunitaria. Ninguna cocina particular puede darse el lujo de neveras eléctricas, motores mecánicos de ayuda, etc., que en una cocina centralizada son naturales y que significan una elevación de la calidad.
Para la mujer trabajadora el alivio del trabajo doméstico se ha convertido en una necesidad social y sólo puede reducirse a un mínimo de trabajo a través de estas medidas. El aligeramiento significa independencia, disposición de tiempo libre, es decir, un ingreso más elevado para las familias limitadas a un mínimo existencia!. El discurrir de la vida diaria se organiza de tal manera que en él yace además un gran valor educativo. La camaradería colectiva de vida fuerza a un altruismo mutuo y a una disciplina. El ciudadano moderno, agotado por la vida económica, por lo menos puede ser aliviado en su existencia doméstica.
La realización de esta racionalización de la construcción, significa, por tanto, un enriquecimiento esencial de la vida"

Ferdinand Kramer, Die Wohnung für das Existenzminimum, Die Form, Heft 24 (1929), en Die Form, I. o-, pp. 148-151.

Tomado de: LA ARQUITECTURA DEL SIGLO XX – Textos- Simón Marchan Fiz, Alberto Corazón editor, 1974

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