En la historia de la teoría arquitectónica, Francois Blondel es considerado el jefe de filas de la tendencia conservadora en la Querelle des anciens et des modernos, (Querella de los antiguos y los modernos) que enfrentó a los representantes del clasicismo con los del barroco a finales del siglo XVII.
Blondel pone toda la carne en el asador para demostrar que ya existía en la Antigüedad la idea de una arquitectura bella y armoniosa, regida por unos principios absolutos. No obstante, no debe caerse en una interpretación errónea: la búsqueda de un canon arquitectónico unívoco, emprendida en el marco de la Real Academia de Arquitectura recién creada, no se reduce a la simple consagración de las reglas antiguas, sino que también procede del redescubrimiento de la historia y de la riqueza de las soluciones rquitectónicas imaginadas en cada época.
Blondel nace en Ribémont en 1618 y fallece en París en 1686. Empieza su carrera en el ejército donde seguramente recibe una formación de arquitecto. Primero trabaja como ingeniero militar encargado de las obras de construcción y, posteriormente, a partir de mediados de siglo, desempeña el cargo de preceptor junto a varios ministros, incluido Colbert; viajero empedernido, le encargan la construcción de fortificaciones en varios países europeos y en las Antillas. Colbert lo elige en 1671 para dirigir la Real Academia de Arquitectura que acaba de crear; tiene el cometido de elaborar una teoría arquitectónica que debe, por una parte, establecer normas vigentes y, por otra parte, actualizar los motivos de la hegemonía francesa, en concreto en el campo de la arquitectura. Para ello, lanzan en 1674 una campaña de medición y trazados de los monumentos antiguos bajo la dirección de Antoine Desgodets; los resultados se publican en 1667 y 1695 en unas colecciones de grabados sobre cobre muy detallados. Por otra parte, Claude Perrault (1613-1688) lleva a cabo una nueva traducción comentada de los Diez libros de arquitectura de Vitruvio, basada en un análisis filológico del texto. Pero Perrault llega a una conclusión inesperada: la belleza en arquitectura no procede de una norma absoluta sino de un consenso general de la comunidad. Roland Fréart de Chambray se opone claramente a esta postura «moderna y escandalosa» en su tratado de 1650, en el que se basa Blondel para sus clases de arquitectura. De 1675 a 1683, este publica su tesis en Cours d'architecture que se reedita en 1698. Para él, los órdenes que son autoridad tienen por origen los autores antiguos y los relaciona en una serie de números infinitos para conseguir unos sistemas de medidas válidos. Se las ingenia en varias ocasiones para desacreditar las ideas de Perrault al oponerle argumentos algo triviales o capciosos. Pero lo más importante para Blondel reside en su afán por mostrar un desarrollo a partir de un modelo original obtenido de la
Naturaleza: la cabana primitiva, descrita por Vitruvio, que recrea en forma de una estructura compuesta por cuatro troncos de árboles y una cubierta de ramas. Solo razonando a partir de esta idea de una evolución es posible plantear el principio de la perfectibilidad de la arquitectura. Y solo ateniéndose a este principio es posible explicar clara y razonablemente la superioridad artística del siglo de Luis XIV (reinado 1643-1715), incluso sobre la Antigüedad. Los principios de imitación y depuración sirven a partir de ahora como fundamento para la evolución y evaluación de la arquitectura. Los primeros hombres imitaron y perfeccionaron la Naturaleza cuando construyeron la cabana primitiva; los griegos hicieron lo mismo para levantar sus templos. Sin embargo, aunque Blondel es muy respetuoso con lo antiguo, no lo es de forma incondicional. Al contrario, observa errores y divergencias entre los constructores antiguos. Ya en aquella época las viejas reglas estaban potencialmente amenazadas y eso justificaba para él que se codificaran cuanto antes. La consiguiente representación de los órdenes, demasiado minuciosa puesto que abarca todas las partes y proporciones, pertenece a una historia evolutiva que cae en decadencia en la Edad Media. Pero esta decadencia no es absoluta ya que Blondel logra encontrar hermosas proporciones en algunos edificios góticos. Sin embargo, los buenos principios recobran toda su vitalidad bajo Francisco I (reinado 1515-1547) y alcanzan finalmente un alto grado de perfección en el siglo de Luis XIV. Según el principio que afirma que incluso la Antigüedad siguió perfeccionando una arquitectura primitiva íntimamente ligada a la Naturaleza, a la vez que la imitaba, los arquitectos contemporáneos tienen la obligación de no limitarse a una imitación superficial sino de continuar la obra de perfeccionamiento y refinamiento emprendida por sus antecesores. Así pues, resulta posible, o sencillamente necesaria, la creación de un orden francés, basado en el último orden creado, el compuesto, para esta nueva época de esplendor. A semejanza de los grandes imperios del mundo antiguo que tuvieron sus propios órdenes —los griegos con el dórico, jónico y corintio y los romanos con el compuesto— Francia debía poseer un orden que empleara y perpetuara con sobriedad las viejas reglas, conforme al espíritu del concurso lanzado por Colbert en 1671 para la creación de un orden nacional.
A pesar de la controversia que le enfrenta a sus adversarios sobre la belleza arquitectónica, Blondel coincide con ellos en un punto: la calidad arquitectónica también depende de la técnica de construcción y de la funcionalidad práctica. Reconocen así que la arquitectura debe responder a los nuevos imperativos de la construcción: desde el siglo XVII, se hace patente una evolución de las necesidades de ceremonial así como una creciente exigencia por la comodidad de la vivienda y la representación, algo que se convertirá en una constante fundamental en los debates sobre arquitectura en la Francia del siglo XVIII. Incluso en cuanto a la estética arquitectónica, la postura «conservadora» de Blondel no dejará de tener sus consecuencias. Tanto para él como para el modernismo neoclásico francés del siglo XX, la conjunción de la autoridad de los principios antiguos con su depuración y actualización representa la fórmula ideal para renovar constantemente una tradición específicamente francesa. La teoría arquitectónica alemana de la década de 1700 aproximadamente, cuyos representantes son Nikolaus Goldmann (1611-1665), Leonhard Christoph Sturm (1669-1719) y Christian Wolff, también retoma la postura de Blondel con el fin de diseñar una estética arquitectónica absoluta, ligada a la formulación matemática.
TEORIA DE LA ARQUITECTURA,
Editorial Taschen, 2003
Blondel pone toda la carne en el asador para demostrar que ya existía en la Antigüedad la idea de una arquitectura bella y armoniosa, regida por unos principios absolutos. No obstante, no debe caerse en una interpretación errónea: la búsqueda de un canon arquitectónico unívoco, emprendida en el marco de la Real Academia de Arquitectura recién creada, no se reduce a la simple consagración de las reglas antiguas, sino que también procede del redescubrimiento de la historia y de la riqueza de las soluciones rquitectónicas imaginadas en cada época.
Blondel nace en Ribémont en 1618 y fallece en París en 1686. Empieza su carrera en el ejército donde seguramente recibe una formación de arquitecto. Primero trabaja como ingeniero militar encargado de las obras de construcción y, posteriormente, a partir de mediados de siglo, desempeña el cargo de preceptor junto a varios ministros, incluido Colbert; viajero empedernido, le encargan la construcción de fortificaciones en varios países europeos y en las Antillas. Colbert lo elige en 1671 para dirigir la Real Academia de Arquitectura que acaba de crear; tiene el cometido de elaborar una teoría arquitectónica que debe, por una parte, establecer normas vigentes y, por otra parte, actualizar los motivos de la hegemonía francesa, en concreto en el campo de la arquitectura. Para ello, lanzan en 1674 una campaña de medición y trazados de los monumentos antiguos bajo la dirección de Antoine Desgodets; los resultados se publican en 1667 y 1695 en unas colecciones de grabados sobre cobre muy detallados. Por otra parte, Claude Perrault (1613-1688) lleva a cabo una nueva traducción comentada de los Diez libros de arquitectura de Vitruvio, basada en un análisis filológico del texto. Pero Perrault llega a una conclusión inesperada: la belleza en arquitectura no procede de una norma absoluta sino de un consenso general de la comunidad. Roland Fréart de Chambray se opone claramente a esta postura «moderna y escandalosa» en su tratado de 1650, en el que se basa Blondel para sus clases de arquitectura. De 1675 a 1683, este publica su tesis en Cours d'architecture que se reedita en 1698. Para él, los órdenes que son autoridad tienen por origen los autores antiguos y los relaciona en una serie de números infinitos para conseguir unos sistemas de medidas válidos. Se las ingenia en varias ocasiones para desacreditar las ideas de Perrault al oponerle argumentos algo triviales o capciosos. Pero lo más importante para Blondel reside en su afán por mostrar un desarrollo a partir de un modelo original obtenido de la
Naturaleza: la cabana primitiva, descrita por Vitruvio, que recrea en forma de una estructura compuesta por cuatro troncos de árboles y una cubierta de ramas. Solo razonando a partir de esta idea de una evolución es posible plantear el principio de la perfectibilidad de la arquitectura. Y solo ateniéndose a este principio es posible explicar clara y razonablemente la superioridad artística del siglo de Luis XIV (reinado 1643-1715), incluso sobre la Antigüedad. Los principios de imitación y depuración sirven a partir de ahora como fundamento para la evolución y evaluación de la arquitectura. Los primeros hombres imitaron y perfeccionaron la Naturaleza cuando construyeron la cabana primitiva; los griegos hicieron lo mismo para levantar sus templos. Sin embargo, aunque Blondel es muy respetuoso con lo antiguo, no lo es de forma incondicional. Al contrario, observa errores y divergencias entre los constructores antiguos. Ya en aquella época las viejas reglas estaban potencialmente amenazadas y eso justificaba para él que se codificaran cuanto antes. La consiguiente representación de los órdenes, demasiado minuciosa puesto que abarca todas las partes y proporciones, pertenece a una historia evolutiva que cae en decadencia en la Edad Media. Pero esta decadencia no es absoluta ya que Blondel logra encontrar hermosas proporciones en algunos edificios góticos. Sin embargo, los buenos principios recobran toda su vitalidad bajo Francisco I (reinado 1515-1547) y alcanzan finalmente un alto grado de perfección en el siglo de Luis XIV. Según el principio que afirma que incluso la Antigüedad siguió perfeccionando una arquitectura primitiva íntimamente ligada a la Naturaleza, a la vez que la imitaba, los arquitectos contemporáneos tienen la obligación de no limitarse a una imitación superficial sino de continuar la obra de perfeccionamiento y refinamiento emprendida por sus antecesores. Así pues, resulta posible, o sencillamente necesaria, la creación de un orden francés, basado en el último orden creado, el compuesto, para esta nueva época de esplendor. A semejanza de los grandes imperios del mundo antiguo que tuvieron sus propios órdenes —los griegos con el dórico, jónico y corintio y los romanos con el compuesto— Francia debía poseer un orden que empleara y perpetuara con sobriedad las viejas reglas, conforme al espíritu del concurso lanzado por Colbert en 1671 para la creación de un orden nacional.
A pesar de la controversia que le enfrenta a sus adversarios sobre la belleza arquitectónica, Blondel coincide con ellos en un punto: la calidad arquitectónica también depende de la técnica de construcción y de la funcionalidad práctica. Reconocen así que la arquitectura debe responder a los nuevos imperativos de la construcción: desde el siglo XVII, se hace patente una evolución de las necesidades de ceremonial así como una creciente exigencia por la comodidad de la vivienda y la representación, algo que se convertirá en una constante fundamental en los debates sobre arquitectura en la Francia del siglo XVIII. Incluso en cuanto a la estética arquitectónica, la postura «conservadora» de Blondel no dejará de tener sus consecuencias. Tanto para él como para el modernismo neoclásico francés del siglo XX, la conjunción de la autoridad de los principios antiguos con su depuración y actualización representa la fórmula ideal para renovar constantemente una tradición específicamente francesa. La teoría arquitectónica alemana de la década de 1700 aproximadamente, cuyos representantes son Nikolaus Goldmann (1611-1665), Leonhard Christoph Sturm (1669-1719) y Christian Wolff, también retoma la postura de Blondel con el fin de diseñar una estética arquitectónica absoluta, ligada a la formulación matemática.
TEORIA DE LA ARQUITECTURA,
Editorial Taschen, 2003
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