domingo, diciembre 02, 2007

Marc-Antoine Laugier

Marc-Antoine Laugier (1713-1769)
Essai sur L´architecture. PARÍS 1753
Ensayo de arquitectura
Observations sur L´architecture, PARÍS 1765
Observaciones sobre la arquitectura

A partir de mediados del siglo XVIII, ya no es preciso que un tratado de arquitectura sea ilustrado ni escrito por un especialista. De ahora en adelante, la teoría arquitectónica puede formar parte sustancial de un discurso filosófico o ingenioso sobre la Naturaleza, el hombre y la sociedad y no tiene por qué limitarse a ser una pauta sobre cómo establecer una relación correcta entre la función y la decoración de un edificio. Nada ilustra mejor este nuevo rumbo que los escritos del padre jesuíta Marc-Antoine Laugier, Essai sur 1'architecture y Observations sur 1'architecture, publicados en 1753 y 1765 respectivamente. A pesar de una presentación más bien modesta —son pequeños libros en octavo prácticamente sin ilustraciones—, lograron una repercusión inmediata. Incluso Goethe los elogia a su manera con vigorosas críticas: en su famoso Von Deutscher Baukunst, 1773 {Del arte de la arquitectura alemana), llama academicismo al racionalismo, expuesto aquí de forma provocadora, y malinterpreta conscientemente su verdadero significado.

Los únicos auténticos principios arquitectónicos son los principios claros que todo el mundo puede distinguir y comprender.

Laugier nace en Manosque en 1713 e ingresa muy joven en la orden de los jesuítas. Ejerce como predicador en las misiones que realiza para la Compañía. Sus sermones en Saint-Sulpice y Fontainebleau en 1744 gustan al Rey y le hacen famoso. En 1752, Laugier escribe la primera edición de Essai sur 1'architectwe, publicada de forma anónima un año más tarde. La segunda edición, ampliada con un glosario y algunas ilustraciones, como el famoso frontispicio con la imagen de la cabaña primitiva, se publica en 1755. Cae en desgracia a consecuencia de sus sermones demasiado polémicos y es invitado a retirarse a Lyón. Pronto abandona la Compañía para ingresar en la orden de los benedictinos.

A su regreso a París en 1763, empieza una brillante carrera; ingresa en la carrera diplomática y publica hasta el día de su muerte en 1769 numerosos libros sobre temas tan variopintos como la historia de la república de Venecia o la música francesa, así como Ohservations sur 1'architecture, editado en
1765.

La ambición de este brillante y espiritual hombre de letras consiste en diseñar una arquitectura totalmente acorde a la razón. No se trata de expresar rígidas reglas formales ni tampoco defender las ideas de la imaginación arquitectónica, que deben ser rechazadas puesto que sus efectos no pueden ser controlados por la razón. Los usos y costumbres, o sea, el buen gusto, tampoco sirven para definir un principio normativo acorde con la Naturaleza, dado que estos factores evolucionan según las condiciones históricas. Laugier pretende formular principios intangibles y absolutos que rijan la creación arquitectónica. Por tanto, unas leyes naturales normativas de la construcción material de un edificio también deben responder a un criterio de transparencia en su aspecto externo. Ya no existe una decoración en forma de órdenes representados por sí mismos; al contrario, estos deben convertirse en parte constitutiva clara y legible de la construcción técnica del edificio. Solo así desaparecerá la «separación» entre estructura y decoración y saldrá a la luz la «verdad» en la arquitectura. El arte de construir representa, por consiguiente, un ideal ético que se mide en función de la evocación óptica de una estética natural. La mítica cabaña primitiva es un prototipo: cuatro troncos de árboles hincados en el suelo en un cuadrado y cubiertos por una estructura rudimentaria. Representa el modelo original, inspirado en el topos vitruvanio, para todos los auténticos principios arquitectónicos de una construcción pura, libre de todo elemento decorativo. Laugier extrae de ello otras conclusiones.

La pilastra, que acabó por convertirse en un tipo de columna decorativa, es un «bastardo» que debe rechazarse. Un aguilón solo resulta lógico si se sitúa en el lateral estrecho de un edificio y, por tanto, no pinta nada en el lateral donde está el canalón; dos aguilones superpuestos, a semejanza de dos tejados construidos uno encima del otro, no tienen nada de natural y son una aberración. Lo peor son los aguilones situados debajo de la cornisa de la entrada principal, ya que dan la impresión de que se ha querido construir el tejado por debajo del techo. Laugier considera todos los elementos arquitectónicos según unos principios lógicos parecidos. Sin embargo, su radicalismo no excluye algunas concesiones, como por ejemplo la superposición de varios órdenes cuando sirve para distinguir varios pisos de un edificio o responde a principios tectónicos. A pesar de esta actitud tan radical, Laugier se niega a rechazar todos los edificios que no cumplan con estos conceptos; algunos fueron levantados por arquitectos de renombre. Por otra parte, el irrefutable talento de estos constructores no es razón suficiente para seguirles ciegamente. Francia jamás ha cuestionado la autoridad de los antiguos maestros pero suele olvidar que deben su fama justamente a sus innovaciones. Así, el padre jesuita recomienda edificar en París uevas iglesias cuyas plantas se basen en la teoría geométrica —círculo, triángulo, cruz—, ya que para él la diversidad despierta la curiosidad y el interés de los entendidos.

La originalidad externa de las arquitecturas, siempre respetuosas de la ley natural y enfocadas a agradar la razón del observador, se convierte entonces en un sello de calidad, que puede ignorar criterios más antiguos como la distribución interior. En su radicalismo, Laugier pormenoriza los juicios de valor tradicionales. La unidad de la arquitectura griega, basada en una imitación recíproca, se considera estéril y de una uniformidad desconsiderada. Y vuelve el gótico como un correlato a ese concepto; aunque no es la primera vez que Laugier hace referencia a ello, aquí lo ensalza como el ideal arquitectónico. Deplora que la arquitectura de los tiempos modernos se haya alejado de la elegancia de sus gráciles formas, lo cual era una declaración muy provocadora en aquella época. El intento concomitante de acercarse al ideal griego, que había expresado una pesada sobrecarga en la arquitectura de columnas, no fue llevado a término en el barroco. Laugier no escatima elogios para la catedral gótica de Estrasburgo, impregnada de una verdadera grandeza, que es pura construcción, una obra ligera con las proporciones perfectas. Sobre todo los sutiles efectos de luz y los numerosos golpes de luz ponen en evidencia el espectáculo de esta elegante construcción y conmueven la sensibilidad del observador. El modelo al que se refiere Laugier aquí ya no es el modelo histórico, no diferenciado, que asimilaba globalmente la construcción medieval con una idea de degeneración y podía reconocerle si acaso, como lo hizo De Cordemoy, una cualidad: su audacia constructiva.

Laugier lleva a cabo una evaluación metódica de la arquitectura medieval, según el principio de claridad de una construcción conforme a la naturaleza, para llegar a una nueva diferenciación: el románico, primera arquitectura medieval, es oscuro y macizo; la arquitectura gótica, que le sucede, es una versión más luminosa y esbelta. Parte de un principio que pertenece a lo más sublime por su forma y sus efectos. El genio del arquitecto gótico materializa en la piedra un bosque de columnas de una exaltadora belleza. La arquitectura es infinita en su capacidad de poner en escena la Naturaleza y sus leyes siempre y cuando, no obstante, no se limite a una imitación rigorista de la Naturaleza y dé rienda suelta al genio del arquitecto, que puede superar a los griegos para revelar lo desconocido a la humanidad.

Las provocadoras tesis de Laugier tuvieron una enorme repercusión. No solo Goethe las criticó ferozmente, sino que, más importante aún, fructificaron en Francia en forma de nuevos esquemas de pensamiento. El concepto racionalista de la construcción es el elemento central de la teoría neoclásica de Blondel. Su influencia también se dejará notar en las investigaciones formales de Etienne-Louis Boullée (1728-1799): el carácter enfático de una arquitectura que pone en escena la Naturaleza será el momento determinante de sus creaciones fantásticas que llaman la atención por su monumentalidad y la claridad de sus formas geométricas.


TEORIA DE LA ARQUITECTURA,
Editorial Taschen, 2003

3 comentarios:

  1. hola, tengo un problema, busco una teoria de la arquitectura que establece una arquitectura planteada en tres niveles, un nivel superior de circulación, un nivel intermedio de acceso y un nivel inferiror de edificación me podrias ayudar facilitandome el nombre del autor... gracias

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  2. Muchas gracias por el escrito, me fue de gran ayuda para aclarar varias cosas sobre Laugier. Saludos.

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  3. Muchas gracias por el escrito, me fue de mucha ayuda para aclarar varias cosas sobre Laugier. Saludos.

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